Tulen morsian - Saara Cantell (2016)

Las brujas han sido muchas cosas: malvadas hechiceras de cuento, mujeres en contacto con su femineidad y con la naturaleza; sanadoras y parteras; mujeres que bailan desnudas con el diablo; o jóvenes rebeldes libres para pensar y hacer. En cualquiera de los avatares el tema es interesante y sexy por girar alrededor de una mujer poderosa. La prometida del diablo nos muestra apenas unos meses de la vida de Anna, una joven aprendiz de bruja  que, en 1666, en una isla finlandesa, se enamora de un hombre casado. Al interior de la comunidad, las brujas gozan de prestigio. Sin embargo, son declaradas enemigas del cristianismo por capricho de un hombre que vive muy lejos de allí y que envía un juez para llevar a cabo una cacería de brujas. El engreído e inseguro Nils Psilander llega al pueblo, con el Malleus Maleficarum bajo el brazo, para investigar quiénes tienen tratos con el demonio. Las estructuras de poder hacen su parte y aunque todo el mundo siente que los juicios son una farsa, el silencio y la obediencia imperan mientras ruedan cabezas.  
El ser humano siempre ha encontrado pretextos para deshacerse de sus enemigos. Ser bruja en ese momento y lugar, era lo mismo que en otros tiempos ha significado ser judío, musulmán, negro, latino, homosexual, comunista o inmigrante. Cualquier diferencia sirve para construir un prejuicio y así legitimar el exterminio de aquellos que se oponen a nuestros intereses. La guerra y la cacería de brujas son lo mismo pero a distintas escalas.
La historia subraya lo torpe e hipócrita de los juicios que se llevaban a cabo y deja claro que las costumbres y prácticas que fueron calificadas de infernales, no eran otra cosa que la medicina en su estado primario.
Algo semejante pasó en América durante la conquista. Las prácticas y costumbres cotidianas fueron juzgadas por ojos extranjeros bajo la supuesta luz del cristianismo. En América, convenía dudar de los indios tuvieran alma, para hacerlos esclavos y quitarles las tierras. En el caso de la cinta, al parecer no hay otra motivación que el sexo y justificar el cargo. 
En tanto haya detenidos, sean culpables o no, los oficiales de la ley merecen un sueldo. ¿Qué sería del mundo sin chivos expiatorios? El mensaje es que la justicia humana es un juego de niños, una trampa para bobos.
Disfruté mucho está película, me pareció muy actual y creo vale la pena que la busquen en Netflix. No se la pierdan. (Ab.)


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