La sociedad de la nieve - J.A. Bayona (2023)
En otro nivel está una dura representación del mundo, todos los hombres responden al instinto de supervivencia y ese egoísmo implica en cierto modo comerse a otros humanos. Nadie quiere aceptarlo, pero es así. Ya que no estamos en un universo tan pequeño es muy difícil ver que cada acto de egoísmo acerca a la muerte a otro humano. Somos tantos, que los efectos de cada acto son difíciles de cuantificar y nadie quiere hacerlo.
La cinta sabe poner el tema sobre la mesa sin estancarse en el pesimismo. Muestra que hay un proceso de desensibilización. Hay personas encargadas de amortiguar el impacto de nuestros actos. Me recordó a esos videos de broma en que todos quieren un poco de tocino, pero se espantan al ver que es necesario matar al puerco. Nadie quiere ser responsable directo de la muerte de otro ser vivo y por eso hay intermediarios. Es Soylent Green (1973) pero sin la infraestructura que esconde la muerte.
Y allí, sin sutileza, también se muestra un nivel religioso. Quizá porque estos jóvenes eran cristianos, es evidente que Numa Turcatti nos invita a beber y comer de su cuerpo. Hay una misa delante de nuestros ojos. Y sin embargo, Arturo Nogueira eleva el asunto más allá de la religión. Saca la venda de los ojos ateos y con palabras claras, sin culpar a Dios por su suerte, suelta esas palabras que limpian el alma: Hoy tengo más fe de la que he tenido nunca.
Cuando hablas sobre Dios, las personas responden con un reto: ¿Y cómo es? Esa pregunta es una trampa. Ellos esperan que digas que es un señor de larga barba blanca o que lo describas como un alíen o alguna cosa del estilo. Arturo se salta todas las trancas: Creo en el dios que Roberto guarda dentro de su cabeza cuando viene a sanar cada una de mis heridas. En el dios que Nando guarda en sus piernas y que le permite seguir caminando pase lo que pase. Creo en las manos de Daniel cuando corta la carne. Y Fito, cuando nos lo da sin decir cuál de nuestros amigos era. De esa forma podremos comerlo sin... sin tener que recordar sus caras. Ese es el dios en el que creo.
Esta cinta es mejor que Parásitos (2019) y debería ganar el Oscar a mejor película. Es pacifista, es universal, es inteligente, es emocional, es humana y tiene los pies en la Tierra. El mundo debe trabajar aquí y ahora en resolver problemas cotidianos. De nada sirve ir al espacio, debemos encontrar la forma de recuperar el orden y lograr una cooperación positiva. Para nosotros no se trata de escapar de la montaña, se trata de convivir y procurar el bien de todos sin olvidar a los que dejaron su vida en el camino.
La fotografía es excepcional, los diálogos son simples y profundos, las actuaciones convincentes. Todo funciona para subrayar la minúscula escala de lo humano en este inmenso mundo. Sólo somos lo que somos en conjunto. Cierra la voz de un Numa muerto: ¿Qué ve esta gente? (Ab.)
Si te gusta esta reseña, compártela.
Comentarios
Publicar un comentario