The Pied Piper - Wilfred Jackson (1933)


Este corto en Disney Plus, con sus ocho minutos, es una obra maestra. Seguramente conoces el cuento pero verlo en pantalla es mucho más rico y significativo. Dibuja con mano firme el origen de la corrupción humana. El cuento comienza mostrando que las ratas del pueblo de Hamelin se burlan de los ciudadanos, les roban la comida y hacen imposible la vida. La situación está al límite. El alcalde 
promete una bolsa de oro a la persona que logre acabar con las ratas. Un recién llegado, al escuchar la recompensa, se ofrece para hacer el trabajo. El hombre toma su flauta, comienza a tocar y las ratas lo siguen. no pide un adelanto, ni exige garantías para que se cumpla el contrato. Salen de las murallas de la ciudad y logra que los roedores sean atraídos por una fantasía en la que desaparecen. El flautista vuelve a Hamelín y los habitantes se niegan a abrir la puerta y pagar lo ofrecido. El asunto es simbólico. La gente quiere superar sus males sin hacer sacrificios. En eso radica la corrupción. 

El músico decide que no va a pelear por su recompensa. Lo lógico sería hacer que las ratas vuelvan. Pero el flautista tiene la esperanza de que los niños no estén contaminados y comienza a tocar para llevárselos y hacerlos desaparecer. 

Este análisis social basado en una leyenda germánica se supone que sucedió en hechos del año 1284 y sigue siendo vigente. Por una parte el egoísmo que hace imposible reconocer y pagar el trabajo de otros. Por otra, la corrupción como una epidemia que hace imposible una vida al comerse los frutos del trabajo.

Otro tema son las falsas promesas de los políticos. Todos llegan prometiendo acabar con la corrupción y la inseguridad. Sin embargo, es imposible erradicar un mal que vive en el corazón de la naturaleza humana. Los hombres siempre han querido recibir más de lo que su trabajo produce. 

Los clientes de los programas sociales creen merecer una ayuda y venden su voto por migajas. El alcalde ofrece dinero que no es producto de su trabajo y termina quedándose en sus bolsillos, con el silencio cómplice de los ciudadanos. 

En pocas palabras, tenemos los gobernantes que nos merecemos. Sólo tendremos otro tipo de gobernantes cuando nuestros valores acepten como indispensable eliminar la corrupción y castigar a todos los que incurran en ella. Pero eso, por desgracia, está lejos de suceder en México. El autoestima nacional está por los suelos. (Ab.)

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