Salem's Lot - Gary Dauberman (2024)
Basada en una novela de Stephen King, esta adaptación es divertida. Se siente ligera, casi ochentera, y me parece ideal para domingo por la tarde. No creo que la intención haya sido causar terror. Parece una versión para niños del Drácula de Bram Stoker. Como en la novela, gracias a su abogado, el vampiro adquiere una casa en un territorio lejano a su hogar, viaja en un cajón de tierra y comienza el caos. Obviamente esto no sucede en Londres en 1890, el filme se ubica en Maine, Gringolandia, en los setenta. Además la cinta hace un compendio de los mitos alrededor de los vampiros. Desde la ausencia de reflejo en el espejo hasta la estaca de madera en el corazón. Pero quizá lo más curioso es que el vampiro se aleja de la imagen que tuvo en Bram Stoker's Dracula (1992) y se acerca a la de Nosferatu (1922). Ese cambio de imagen ya se había visto en Drácula, Mar de Sangre (2023) y al parecer es la nueva tendencia. El elenco hace un gran trabajo, en especial, Bill Camp y Alfre Woodward que no son protagonistas pero de algún modo dan fuerza a Lewis Pullman y Susan Norton. Me dieron ganas de ver una vez más The Lost Boys (1987) y Déjame entrar (2008).
Quizá lo más rescatable de esta película es la secuencia final del autocinema. La idea de que los vampiros pasen en el día en el cine tiene algo de romántico aunque duerman en las cajuelas de los autos. Un ataúd no es otra cosa que una caja, una caja muy decorada por dentro y muy pulida por fuera. Lo mismo que un coche, un coche es una caja que se mueve.
La secuencia me obligó a pensar que los vampiros llegaron al autocinema conduciendo su auto, quizá no eran vampiros todavía, quizá sí. De cualquier modo, confiaron en la oscuridad de una cajuela para mantenerse a salvo de los rayos del sol. Si nunca entraste a una cajuela, no tuviste adolescencia.
Además, eso me hizo recordar que una amiga, me contó la historia más extraña que había escuchado hasta ese momento sobre alguien cercano. La historia era sobre dos parejas entrando a un motel de paso. Ya que era 14 de febrero, una pareja entró en la cajuela del auto. Caras vemos, perversiones no sabemos.
El caso es que la cinta es muy divertida y tiene momentos en que la fotografía destaca. Quizá no sea verosímil que la pantalla de un cine sea suficiente para bloquear la luz solar y evitar que los vampiros ardan, pero la idea de que el cine sea el último refugio de los vampiros es una especie de metáfora. (Ab.)
Si te gustó esta reseña, compártela con tus amigos.
Comentarios
Publicar un comentario