One of Us - Heidi Ewing & Rachel Grady (2017)

Jamás había escuchado de los judíos jasídicos pero los había visto en la calle. Su apariencia me parecía interesante. Su patillas larguísimas y rizadas, los abrigos largos, los sombrero negros, los pantalones feos y los zapatos que parecen de uniforme escolar. Quizá por morbo, acepté la sugerencia de Netflix y vi One of Us. La película cuenta un breve periodo de la vida de Ari, Luzer y Etty. Tres judíos jasídicos de Brooklyn que intentan romper los lazos con su comunidad. Solamente con la comunidad jasídica, no con el judaísmo. Aunque el recorrido resulta interesante, bien filmado y permite asomarse a sus costumbres, lo cierto es que las historias son disparejas en cuanto al interés. la mejor es la de Etty, una mujer joven con siete hijos y un marido golpeador. Se separa del esposo, pero es acosada por la comunidad y pierde la custodia en los juzgados. Esta historia muestra no sólo la complicidad ente los jasídicos, también muestra que saben utilizar el sistema legal americano a su favor. Lo que falla en esta historia es que resulta ilógico que Etty recurra a un abogada gay judía. Es decir, intentas escapar de la jaula de tigres pero buscas al gerente del zoológico. Error.
La historia de Ary es muy diferente pero cae en lo mismo. Él es un joven que fue violado en un campamento judío delante de muchos testigos y que busca escapar de la comunidad que lo ha traicionado. Logra entender Google y leer libros no judíos, pero se aficiona a la droga y busca refugio en el cristianismo. Además en cuanto un judío le dice "hola" se confiesa con él. No sabe mantenerse alejado, extraña la vida espiritual y social.

La historia menos interesante es la de Luzer. Un tipo que decidió abandonar a su familia y ser actor. Los personajes que interpreta son judíos jasídicos y sus contactos son judíos. Por una parte, supongo que fue liberador entrar al mundo normal y ser soltero nuevamente. Por otra, el tipo aburre porque no sabe vivir en otra cultura y parece más interesado en regresar que en vivir.

En los tres casos el daño está hecho, no pueden ser felices porque no quieren dejar de ser judíos, únicamente buscan salir de la comunidad jasídica. La prisión está dentro de ellos mismos. Sus lazos sociales y culturales los atan a una vida de la que no pueden escapar. Lo que sí resulta muy ridículo e incongruente es pensar que los libros y el Internet son productos del diablo. 
Los judíos nunca han sido mi gente favorita. Cuando era adolescente me parecían cobardes. No entendía que murieran por miles en los campos de concentración después de haber servido como esclavos para el ejercito nazi. Quizá el coronavirus me ha hecho entender que todos los humanos, no sólo los judíos, todos, somos crédulos, cobardes, controlables y nos aferramos al frágil hilo de la vida con la esperanza de volver a la normalidad. 
Ya de adulto tuve la oportunidad de tratar con algunos judíos y son gente como cualquier otra, te tratan bien mientras obtienen algo de ti y después te dan una patada en el trasero. La única diferencia entre los judíos y la gente normal es que ellos son parte de un culto surgido del miedo. Ocultan su desprecio por el resto de la gente detrás de la fachada de víctimas del Holocausto, aunque su familia jamás hubiera sufrido nada semejante. 
Se encierran en sus comunidades y se sienten superiores por formar parte de ese culto loco. Me pregunto qué demonios les enseñan en sus escuelas. De verdad, da curiosidad saber si aprenden matemáticas o si sólo estudian la torá en yidis.  Sus comunidades cerradas son tan nefastas como cualquier otra, el Opus Dei por ejemplo. Aun así, respeto que no se sientan obligados por nuestras normas sociales y legales y que se enfrenten al resto de los judíos. (Ab.)
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