Ladri di biciclette - Vittorio De Sica (1948)

Mi amiga Karla Navarro siempre que habla de cine menciona este clásico del neorrealismo italiano. No recuerdo si alguna vez me explicó, quizá nunca le he pregunté, por qué le impresionó tanto El ladrón de bicicletas. Yo la vi hace años y me pareció entretenida, pero no la analicé. Por ser referencia obligada de muchas críticas, decidí verla de nuevo y la encontré en YouTubeConfieso que la recordaba como un drama muy al estilo de los de Pedro Infante y no estaba equivocado. La historia es lineal y muy clara. Italia está en crisis después de la Segunda Guerra Mundial y hay mucha gente desempleada. Un hombre llamado Antonio Ricci que lleva dos años sin empleo es llamado para ocupar un puesto pegando carteles por la ciudad de Roma. Para obtener el empleo necesita una bicicleta. Todo el mundo tiene una salvo Antonio que la empeñó. Su esposa María decide tomar las sábanas que recibió como regalo de bodas e ir a la casa de empeños para recuperar la bicicleta. Una vez hecho el tramite y con un poco de dinero en la bolsa, la mujer decide pasar a pagarle a una adivina que le había predicho que el marido conseguiría trabajo. El hombre le dice que no tire el dinero y la saca de allí antes de que pueda pagar su deuda. Antonio consigue el trabajo y en su primer día pegando carteles, mientras pega uno de Rita Hayworth, le roban el chingado biciclo marca Fides. Hace lo que puede para alcanzar al ladrón pero no lo logra y se conforma con levantar la denuncia que claramente no sirve para nada. 
Pasa el siguiente día recorriendo Roma con su hijo Bruno, que recuerda el número de serie, con la esperanza de encontrarla. Se mete en algunos líos, va con la santona para preguntar si recuperará la Fides, encuentra al ladrón, bebé para olvidar y, después de un susto, se da cuenta que su hijo es lo más importante. Al final, desesperado, intenta robar una bici. La gente lo atrapa, pero el afectado lo perdona cuando ve al hijo.
A setenta años de su estreno, la historia se siente joven, atrapa y  tiene plena vigencia. Lo mismo daría filmarla hoy en esta ciudad o en cualquier otra parte del mundo. La realidad sigue siendo muy parecida. Quizá hoy cambiaría la Fides por una moto y el trabajo sería en Uber Eats.
La sociedad se presenta como una estructura que mantiene a las personas atrapadas y no les permite avanzar, incluso las empuja hacia abajo. Un trabajo, igual entonces que hoy, requiere de cosas que el patrón debería proveer y que por el contrario exige al trabajador. 
El filme es un retrato de Roma, contiene de manera hilada muchas realidades, allí está el Monte de Piedad, el barrio de ladrones, la policía sin lograr nada, la gente en los templos, las tabernas, el burdel, los lugares donde se venden cosas robadas, los falsos adivinos, los sindicatos, los acarreados, el omnipresente futbol, la pobreza y la indiferencia. Realidades que la vida urbana no ha podido eliminar. 
La película además hace muestra la relación entre padre e hijo. Los humanos somos y seguiremos siendo iguales sin importar qué cosas nos rodeen. La biología es más fuerte que cualquier teoría. La leyes de la naturaleza siguen allí y el decorado no puede afectarlas.
La gran aportación de este filme es el preciso y atemporal retrato de la realidad social de la ciudad. El hombre es el lobo del hombre. Sólo pienso que los ladrones deberían organizarse mejor para no robar a los pobres. Podrían ponerse objetivos bien altos, robar a los políticos que han obtenido millones.  Ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón. Robar a la gente en el transporte público, robar una bici, una moto o un coche a quien depende de ello para trabajar, no tiene gracia. Pero es sólo una sugerencia. (Ab.)
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