Las ovejas no pierden el tren - Álvaro Fernández Armero (2014)

Netflix trae esta película española que se supone comedia y que en realidad es un duro examen de la naturaleza humana. La película cuenta varias historias correlacionadas. La que más tiempo tiene en pantalla es la de un matrimonio con un hijo tarado que se muda a un pueblo, no sé cuál. Aparece un letrero que dice Segovia pero según las locaciones entiendo que es en Gran Canaria. ¿Allí hace frío? Es triste no saber porque, a pesar de la nieve, el pueblo se ve precioso. Quizá, si cuento con la fortuna de que Rosa María Vila lea está reseña y conozca el lugar, podré salir de dudas. En fin, la idea es que este matrimonio pretende tener otro hijo y no lo logran. Esa buena suerte es despreciada y causa un malestar que se va exacerbando. El hombre, Alberto, ve mucho porno, lo cual no sería problema si no se masturbara tanto, y la mujer, Luisa, está encabronada porque siente que se desperdicia el semen que ella necesita. (Dato curioso: no sabía qué carajos era el Bukkake y me sorprendió. ¿Tú sabes qué es?) Él es escritor o lo fue o quiere serlo, pero estar allí no es lo que imaginó y no logra adaptarse a sus nuevas circunstancias. La mujer tiene una escuela de sastrería y no tiene suficientes alumnos, así que ambos están tensos por el dinero.
La segunda historia es la de Sara, hermana de Luisa, una mujer exitosa en lo económico que es un desastre para mantener una relación personal. Está obsesionada con casarse y ahuyenta a todo aquel valiente que se acuesta con ella. Este personaje me parece el más interesante y el que se roba la película. Su fantasía no conoce límites.
La tercera historia es la de Juan y Natalia. Él es hermano de Alberto, es muy tacaño, está separado y tiene dos hijas. Ella es joven y vive saliendo de fiesta con sus amigos. Él busca tener una pareja estable o eso dice, y ella tampoco sabe lo que quiere.
La cuarta es la de Marisa, madre de Sara y Luisa,  una señora carismática y feliz que se monta un nuevo departamento y tiene una relación misteriosa. Las hijas especulan que la doña se prostituye.
La quinta, el padre de Juan y Alberto sufre demencia senil, la madre quiere internarlo y eso ocasiona una serie de broncas que son vistas muy por encimita. Pero sirven para que la película tenga un buen cierre.
Nadie está a gusto con su vida y todos piensan que la vida del otro es un poquito mejor o mucho peor que la suya. Así vagamos por el mundo causando más problemas que felicidades; sin embargo, nadie se rinde. Todos queremos las cosas que nunca hemos probado y despreciamos lo que ya conocemos. Quizá el mensaje es que la felicidad radica en aceptar tus circunstancias y tener la sabiduría para distinguir entre las cosas que se pueden cambiar y las que no.
Los únicos felices en este filme son los que se dejan de hacer castillos en el aire y viven lo que les toca. Es una película sencilla, de colores vivos, personajes simpáticos y situaciones bobas que funciona muy bien. (Ab.)
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