Teströl és lélekröl - Ildikó Enyedi (2017)

En cuerpo y alma (On Body and Soul) es una gratísima sorpresa del cine húngaro que puedes ver en Netflix. Esta película, que parte de lo onírico hacia lo espiritual para llegar a lo sexual, me pareció magnífica y conmovedora. Todo el mundo quiere ser aceptado, amado, respetado. No finjamos, esa es la característica común de los humanos, esa es nuestra esencia. Encontrar una pareja no es fácil. Todos hemos sido lastimados, en ocasiones, por nuestros temores más que por el rechazo. Todos tenemos miedo de ser vulnerables y ser heridos. Acercarse a otro y correr el riesgo de decir "te amo" es una de la experiencias más desafiantes y más bobas. Es posible que la primera vez todo sea fluido y natural, o que por el contrario todo salga mal y huyamos con la cola entre las patas o simplemente decepcionados. Todos hemos sufrido por amor. Algunos conservan la fe. Otros se tiran al drama cantando la de Juan Gabriel: Yo no nací para amar, nadie nació para mí
Este filme, con una fotografía limpia y dulce, nos golpea con elegancia. La historia es un Romeo y Julieta postmoderno. No hay familias que se odien, pero hay una comunidad, el rastro en que ambos trabajan, que rechaza a los amantes por distintas razones. Hay evidentes desigualdades, sociales, físicas y psicológicas, entre los personajes. Ambos son inadaptados, la relación entre ellos no debe ser y sin embargo...
El rastro, esa instalación en que las vacas son destazadas, es un personaje más que tiene por labor hacernos sentir la frialdad, la locura, la compasión, el dolor y la ansiedad. El rastro es el mundo real. La muerte hace sentir su presencia y los habitantes fingen no ser afectados. El contraste es retratado con pericia y osadía. La directora y guionista muestra lo mejor y lo peor del ser humano. 
Gracias a la investigación de un robo, Endre y María descubren un detalle extraordinario que los une. Esa casualidad, un guiño del destino, los empuja a descubrirse. Debo reconocer que me identifique con María, el personaje interpretado por Alexandra Borbély, su torpeza social y su lógica absoluta me conquistaron. La actriz hace un trabajo espléndido apoyada casi todo el tiempo en su mirada. Sus ojos pasan de ser dos círculos secos a dos pozos de miel. Su rostro se ilumina con una sonrisa sutil. También Géza Morcsányi hace gran trabajo al interpretar al retraído Endre.  
Un par de historias más sobre amor y convivencia arropan y aterrizan la historia central. Ninguna relación es perfecta. A la par del contraste entre Eros y Thanatos, se presenta el que existe entre la vigilia y el sueño, el instinto y la inteligencia, lo flexible y lo rígido, la juventud y la vejez, las palabras y los actos, el orden y el caos, la luz y la oscuridad, la música y el silencio, lo femenino y lo masculino. Cada par suma, jamás destruye. 
Permítanse sentir y soñar al lado de esta pareja. Somos niños jugando a ser adultos. La poesía mostrada en pantalla me hizo recordar la frase de la Pantera Rosa: ¿Por qué los hombres no pueden ser como los animales? No se la pierdan. (Ab.)

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