El secreto de sus ojos - Juan José Campanella (2009)
EL SECRETO DE SUS OJOS, en Disney Plus, es una adaptación del libro de Eduardo Sacheri: La pregunta de sus ojos. En 2010, la cinta ganó el Oscar a mejor película extranjera, el único Oscar que todavía merece respeto. Este filme es un romance para nerds, una historia de amor que hereda odio, un pleito entre la memoria y el futuro; así como una meditación sobre la venganza y la impartición de justicia. Quizá también es una lección sobre la corrección de una novela. El cruce de las líneas es sutil. Es difícil diferenciar las partes porque todo está cuidadosamente conectado. Pero el título es una trampa cursi que engancha a aquellos que mueren por un poquito de amor. Quizá por el meloso título no sentía ganas de verla de nuevo. Lo hice porque Roberto Vargas me comentó que había algunos cambios entre la novela y el filme y recordé que una escena clave sucedía en un estadio. Es una pena verla cuando todavía no olvidas las partes clave. La construcción no pierde, por el contrario, resulta más fascinante apreciar su estructura. Sin embargo, saber cuál será la sorpresa te roba ese golpe final de pasmo que se obtiene al verla por vez primera. No obstante, haber olvidado la mayor parte, me permitió disfrutar más los detalles. Unas cosas por otras.
La cinta cuenta la historia de Benjamín Espósito, el apellido es importante, un hombre que siendo trabajador de un juzgado penal queda marcado por la violación y el homicidio de Liliana Coloto, y la conmovedora reacción de su esposo, Ricardo Morales. Años después, escribe una novela sobre el caso, en parte, porque se quedó con la espina clavada de que no se hizo justicia; y en parte, porque le sirve de pretexto para seguir soñando con la vida que dejó pasar. El caso en cuestión destruyó a la pareja y marcó el destino de Benjamín. El culpable es encontrado y juzgado, pero es puesto en libertad y queda en una situación de poder que le asegura impunidad.
Que me perdone Ricardo Darín pero Guillermo Francella le come el mandado. Francella es un genio cuya apariencia resulta irreconocible, sólo la voz lo delata. Su personaje, Pablo Sandoval, es la pieza clave que permite armar el rompecabezas.
En cierto momento de la cinta, Sandoval, borracho empedernido, tiene una revelación. El tipo la explica diciendo que la gente no puede cambiar de pasión.
No llamaría pasión a esa parte de la voluntad. La llamaría cultura o esencia. Pero eso es irrelevante. Supongo que lo mejor de esa epifanía, además de permitir encontrar al asesino y dar un cierre satisfactorio a la historia, es el hecho de que las palabras son reflejo de su emisor. Nuestros gustos, nuestro entorno, nuestras aficiones, nuestro principios, todo se filtra hasta nuestras palabras.
La maestra Martha Robles decía que: somos historias y que todos tenemos secretos. Esas historias que somos sienten la necesidad ser contadas, así que en ellas se destila la esencia de nuestra vida. Quizá por eso no es raro que los culpables tengan tantas ganas de presumir sus actos. Y por eso hay tipos que se dedican a engatusar a la gente con mentiras. Hoy la gente confía más en las mentiras que escucha que en lo que sus ojos ven. Pero los ojos hablan. (Ab.)
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