Touch of Evil - Orson Welles (1958)
SED DE MAL, en MAX, es un clásico encantador que hace notar su modernidad a pesar de sus modos artesanales. Es cierto que se trata una cinta en blanco y negro cuyas acciones se ubican en poblaciones a ambos lados de la frontera entre México y USA, pero se siente fresca a pesar de que la frontera es hoy totalmente distinta y los protagonistas son actores cuyos nombres son recordados por muy pocos. Basta la secuencia inicial para engancharse, no sólo por la coordinación de las acciones también por la ubicación y desplazamiento de la cámara y la música que da ritmo a las imágenes. La historia es sobre el Capitán Hank Quinlan, un corrupto policía gringo que fabrica culpables para resolver los casos y su choque con Vargas, un oficial mexicano honesto que lleva el proceso de un traficante de drogas. Lo que provoca el encuentro entre policías es que en territorio mexicano, una bomba es colocada en el auto de un constructor gringo que vino a divertirse por la noche. Al regresar a su país, apenas a metros de cruzar la frontera, la bomba explota y lo mata.
Toda la cinta es un poco apresurada, casi sin descanso la gente va y viene a ambos lados de la frontera y con ello se genera mucha tensión. Susan, la esposa de Vargas, cree que estará a salvo en un motel gringo pero no sabe que el dueño del sitio es hermano del mafioso procesado por su esposo.
Lo que más llama la atención es el registro de una realidad que se suponía la peor y que comparada con la actual no parece tan terrible. Uno de los personajes dice: Esto no es el México real, lo sabes. Todos los pueblos fronterizos sacan lo peor de los países. Y quizá ese pensamiento subsiste, pero lo que vemos hoy es tan salvaje que hace sentir que el filme peca de ingenuo.
El control migratorio parece una tontería, no hay una gran división, ni siquiera se hace una fila para cruzar. La gente va y viene sin preocupaciones. La única barrera real es el idioma y afecta únicamente a los gringos. Los mexicanos hablan inglés o español según lo exija la circunstancia.
Un bombazo es grave, que un policía gringo sea exhibido fabricando y plantando evidencias es grave, un secuestro es grave, el tráfico de drogas es grave, pero todos esos hechos hoy parecen cotidianos, de rutina. No pude evitar pensar en todo lo que haría el crimen organizado a la esposa del fiscal que procesa a su líder (en caso de no ser cómplices o socios) y mi imaginación fue tan lejos que lo sucedido en la cinta parecía una mala broma.
Tanto han fallado los gobiernos en controlar el crimen que lo más simple parece ingenioso. Por ejemplo, toman a una foto a Susan entrando a un hotel y le muestran un bebé para provocar su sonrisa. Ese acto tan sencillo se convierte en una amenaza. Pero hoy es más fácil encontrar una cabeza en la carretera o un colgado en un puente que un chantaje bien montado.
Por supuesto que ver Touch of Evil en 1960 debió ser estremecedor. Todavía hoy se siente la intención de provocar al espectador, pero la frontera ha cambiado tanto que es casi imposible imaginar que lo representado fue real en alguna época. Una división tan fuerte con nuestros vecinos es producto de gobiernos poco interesados de ambos países.
Por cierto, creo que, salvo Psicosis (1960) no había visto otra cinta con Janet Leigh; y salvo en La Venus Rubia (1932), no había visto otra de Marlene Dietrich. Ambas actrices tiene buenos momentos para mostrarse en esta cinta. Aunque casi toda la acción la llevan Charlton Heston y Orson Welles. Aunque lo mejor de todo es la fotografía, es espectacular. (Ab.)
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