EL EXORCISTA DEL PAPA, en HBO Max, es pura diversión. No verás nada novedoso pero Russell Crowe pone todo su carisma en el personaje del sacerdote Gabriele Amorth. Gracias a él es posible esta historia que sin su presencia resultaría tediosa. Debido a la muerte del padre, una familia gringa (mamá Julia, hermana Amy y hermano Henry), hereda una abadía en España. No se nos explica la legislación de construcción y desarrollo urbano de la localidad, pero cabe suponer que la abadía tiene valor arquitectónico e histórico, de modo que los propietarios se ven obligados a restaurar lo que queda. Yo hubiera preferido limpiar el terreno y comenzar de cero la reconstrucción, pero la familia intenta reparar las ruinas. Ni el contratista ni los albañiles están comprometidos con el asunto. No revisan los cimientos, ni se hacen estudios de mecánica de suelos, así que el gas se acumula en el sótano y provoca una explosión. Todos los trabajadores huyen y la familia se queda sola, mientras Asmodeus, el rey de los infiernos, posee a Henry. La película es tan loca que pasa por la Santa Inquisición y la expulsión de Luzbel del Paraíso. Resulta que la Abadía está construida sobre un hoyo hecho por un demonio al caer tras ser expulsado de los Cielos. El hueco viaja por las entrañas de la Tierra hasta el Infierno. Santa Madre de Dios. La trama se toma el tiempo para criticar a la nueva generación de sacerdotes del Vaticano, unos modernitos que creen que el demonio no existe, desconocen la labor de la Iglesia y no toman en serio los exorcismos. Válgame Señor. La historia es lo de menos. El niño poseído es horrible con F de fundido foco feo y le pone tantas ganas que resulta divertido. Russell se echa la cinta al hombro y aunque el guión no es la gran cosa y las mujeres de la casa se distraen, Russell logra que la experiencia de ver esta cosa llena de clichés resulte muy entretenida. Supongo que está explotando su lado cómico y merece reconocimiento por ello. La moraleja del filme es que los libros son buenos. Resulta que Gabriele Amorth escribió pinche mil títulos que están guardando polvo en espera de que alguien los lea y los convierta en películas. (Ab.)
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