Dolor y gloria - Pedro Almodóvar (2019)
Almodóvar es un genio para contar historias y lo ha probado en más de una ocasión. En Dolor y gloria no importa mucho lo que cuenta, ya que cae en la tentación de mostrar su vida como si quisiera dejar sin material a los programas de chismes. Lo que importa es que da una clase de cómo deben platicarse las cosas. Por momentos me pareció que una abuelita parlanchina me estaba contando todo, lo digo como un halago. Almodóvar relata su vida muy rico, con mucho sabor, con mucho cariño y convierte cosas totalmente intrascendentes, el regalo de huevo de madera para coser, en algo entrañable.
Claro, que este estilo de relatos tiene sus excesos, como ver la señora atenida en que se ha convertido, incapaz de tomar un teléfono y hacer una cita con el médico; sin embargo hay dulzura en cada momento.
Así como Edward Norton tiene como alter ego a Brad Pitt en Fight Club (1999), así Pedro escoge a Antonio Banderas para sustituirse, es decir, se mejora. ¿Quién puede culparlo?
El director vuelve a su equipo de mil batallas y sus amigos responden, no sólo Banderas, también Penélope Cruz, Julieta Serrano y Cecilia Roth. Todos hacen buen trabajo, incluso el niño Asier Flores y la cantante Rosalía.
El uso del color, en especial el rojo, me parece sobresaliente. El ritmo y la pausa, las voces, incluso las confesiones sobre su aprendizaje de la geografía y la anatomía son suaves y simpáticas. Por otra parte su sexualidad y su afición a las drogas, creo que no le interesan a nadie.
Si decides verla, vas a pasar un rato muy agradable. Si prefieres dejarla pasar, no te pierdes de nada. No es un filme que pasará a la historia del cine, a menos que fuera el último de este director. Me sorprende que el rostro de Penélope no refleja el paso del tiempo, sigue estando muy guapa. (Ab.)
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