Fais-toi Dieu - Anne-Lise Michoud (2020)

Hazte Dios (Play God) es un filme contundente que se burla de todas las tonterías que hacen los humanos para darle cuerpo a la divinidad y pedirle favores. Si el hombre y todo lo que existe es creación de Dios, es absurdo necesitar un templo y una imagen para hablar con él. Ya la Biblia, en Isaías 44, recoge la burla contra el escultor que talla figuras en la roca o la madera. Han pasado siglos sin que el hombre renuncie a la tontería. Para evidenciar la necesidad del hombre de tener un muñeco que represente a Dios, la directora inventó y materializó una figura semejante a una virgen. Puso entre sus manos un manto que cae hasta sus pies. La llamó Anima e hizo varios moldes e imágenes. La deidad aparece en los altares de templos, en el patio frente a Bellas Artes, y en venta en un puesto de santos. La gente se acerca y pregunta qué imagen es y para qué sirve. El politeísmo de los mexicanos la acepta. Del mismo en que la Santa Muerte apareció, Anima se codea con los santos y gana su espacio.

Anima es un dios propio al que se solicita inspiración. Es la Musa Virgen, la deidad más joven que conozco, la patrona de los creativos y los artistas bloqueados. Al final de la función, la directora comentó que la hizo completamente blanca para que cada persona pueda "intervenirla" como prefiera. 
Algunos la visten, otros le escogen coronas, otros decoran su manto que parece de papiroflexia (origami), las mujeres son libres de sustituir la figura femenina con su propio cuerpo y encarnar al espíritu de la creación. 

La imagen sirve para hacer una procesión que grita que todo es ficticio, para propiciar los cantos en los mercados, para evangelizar a un sacerdote católico en la Basílica de Guadalupe. Su venta, en la voz de un merolico, la lleva más allá de lo católico y la convierte en un ejercicio místico de autodescubrimiento.


La directora contó que se dio cuenta que los mexicanos no son ingenuos, creen porque les brinda satisfacción. Supongo que el hábito de pedir favores a un ente divino se ha hecho costumbre y nada tiene que ver con la Iglesia. Cualquier objeto sirve para conectarnos con la parte espiritual y hablar con Dios. En ese sentido, somos muy religiosos. Aunque por desgracia las instituciones usen esa costumbre para lucrar.

La gracia de la película radica en que, casi sin palabras, obliga a pensar, a cuestionar y a reconocer la paternidad del hombre sobre sus dioses. Necesitamos creer y crear. La pintura es el arte que los cristianos reconocen en las paredes de sus templos, la escultura es el pretexto para tener un amigo imaginario. En el inicio, todo arte era dedicado a Dios. La religión y el arte crecieron juntos.

Si la Iglesia Maradoniana vive, debe existir la Iglesia de Anima, Anne-Lise Michoud ya le dio forma a la Musa Virgen, ya fundó las bases del culto, hay que darle libertad a la figura para que se arraigue y crezca. Ningún otro Dios ha tenido una creación tan concreta, deliberada y documentada. El cine es su bautismo de fuego. Ni Juan Diego tuvo tanta suerte. Ojalá que la directora me regale una imagen de Ánima. (Ab.)

Si te gustó esta reseña conmovida por el milagro, compártela con todos los creyentes que conozcas. Yo tengo muchas ganas de volver a ver esta delicia.


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