The Exorcist: Believer - David Gordon Green (2023)


 EL EXORCISTA: CREYENTE, en MAX, es un intento de meter las ideas de la inclusión en un asunto del demonio. Sin embargo, no cuaja. Por principio de cuentas, nadie es más democrático que el Diablo, de modo que la política de inclusión es bastante idiota tratándose de asuntos infernales. El averno y Luzbel están allí por siempre y para siempre para todos, no hay necesidad de revolver. Cuando se utiliza una sola creencia religiosa ese universo es coherente, pero si se pretenden mezclar religiones el mundo resultante tendrá contradicciones. Aquí la idea de inclusión, deja a un lado a la raza de bronce. Hay negros y blancos, católicos y protestantes, incluso vudú, pero los shamanes, los musulmanes y la virgencita de Guadalupe no cupieron. Era buena idea, decir que Satán no es propiedad exclusiva de cristianos y que los exorcismos son universales, pero la realización cae en cosas tan tontas que la idea pierde verosimilitud y autoridad. Por ejemplo, se supone que las niñas hicieron algún tipo de ritual de la Wicca, un encantamiento a las deidades del bosque. Sin embargo, nunca vemos dicho ritual que sería lo más interesante de la cinta. Como no vimos el ritual, es imposible conectar la posesión de las niñas con la posesión de Megan. Si ustedes recuerdan, en el Exorcista (1973), Megan utilizó la Ouija para llamar a su demonio y el que llega estaba originalmente en Irak, país musulmán. Por otra parte, tampoco había necesidad de que uno de los demonios de estas niñas fuera el mismo que había poseído a Megan.

El par de niñas, una blanca de padres cristianos y otra negra de padre ateo, se escapan al bosque y en un sitio cualquiera hacen un rito que no vemos. Como resultado de sus acciones se pierden tres días que (según lógica cristiana) pasan en el infierno. ¿El Diablo de esta cinta es cristiano o es universal? El director no se decide. 

Al volver, las niñas traen consigo al mismo demonio que poseyó a Megan y unos compadres de ese. No hay conexión entre Megan y las niñas. No usan la Ouija, no se conocen, no son familia, no viven en la misma casa, no son parientes del padre Merrin o el padre Karras, no hay una reliquia que llegue a sus casas, ni código postal comparten. El director debe creer que este demonio siente debilidad por las niñas y, lo sabremos después, las prefiere blancas.  

El prólogo del Exorcista original explicaba dónde y cómo había estado contenido el demonio y daba la idea de que ahora estaba en posibilidad de actuar. En contraste, el prólogo en Haití no aporta nada sobre el demonio, se limitaba a sembrar la culpa de uno de los padres y la protección de una bendición santera que funciona sólo cuando le conviene al guión.

La idea de llamar a Ellen Burstyn y Linda Blair es una tontería que no aporta nada. La idea de girarle el cuello al sacerdote para matarlo, es contraria a la idea original de que el giro de cabeza violaba las leyes físicas. Para que las cintas provoquen temor deben sentirse verosímiles; si la premisa es idiota, la película da risa. Si algo hay para destacar de esta producción es el maquillaje de las niñas que realmente son feas con F de fuckin' foco fulero.

La buena idea de que la fuerza de la comunidad fuera más importante que la religión está mal incorporada y fracasa de modo espeluznante al tener que escoger entre una niña y otra. El demonio vence y se lleva el alma de la niña blanca. En mi opinión, la decisión tendría lógica porque abre camino para que papá y mamá hagan estupideces, pero la película olvida hacer el guiño que indique que ese será el camino. Si la idea era que Satanás venciera, debía triunfar de modo absoluto, llevándose todas las almas reunidas y dejándonos con el Jesús en la boca. En consecuencia, escoger a la niña blanca parece un gesto de corrección política ridículo. Entretiene en un domingo de SuperBowl, pero hace agua por todos lados. (Ab.)

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