The Card Counter - Paul Schrader (2021)


El contador de cartas
es una excelente película triste. Y quizá por ser triste es del agrado de pocos. Si 
de vez en cuando lees este blog seguramente ya sabes que Oscar Isaac me parece un actor inexpresivo. Y quizá por eso el personaje de William (Guillermo) Tell le queda perfecto, el tipo va y viene con cara de palo, sin tirar una flecha, contando cartas por distintos hoteles durante casi dos horas. La historia es la de William un ex militar que torturaba gente en Abu Ghraib, Irak, y ahora después de años en prisión se dedica a jugar en los casinos sin llamar la atención. El tipo tiene pesadillas de tortura y vaga por la vida en calidad de zombie. Un día el joven Cirk lo reconoce y le hace la propuesta de hacer equipo para matar a un tal Gordo (Willem Dafoe) quien lo entrenó en Irak. Conversan y William invita a Cirk a que lo acompañe en sus actividades diarias sin pagar un centavo. El morro acepta, porque tiene deudas y no tiene ningún otro plan. 

William intenta convencer a Cirk de que se olvide de la venganza y regrese a la universidad, pero se lo toma con calma. Entre sus viajes conocen a  La Linda, un mujer que maneja un establo, un grupo de jugadores que apuesta dinero de inversionistas. Se convierten en un grupo poco unido pero con buena relación y se comienza a cocinar un romance a fuego lento.

Mención especial merece el soundtrack de Robert Levon Been. Es una música que suena experimental, hipnótica, como de museo, un poco depresiva, con base en reverberaciones y sonidos metálicos, casi industriales con voz cansada y triste que crea un ambiente pesado y dulce.

Gracias a la música es posible digerir los largos ratos en que parece no pasar nada. Además, el cuenta cartas tiene la manía de vestir los muebles de los hoteles con sábanas y eso me hizo pensar en los artistas Christo Javacheff y Jeanne-Claude que cubrían edificios con tela.

Otro detalle maravillosos es el paseo nocturno que toman La Linda y Guillermo en el Jardín Botánico de Missouri. El sitio es fascinante y dan ganas de caminar por esos pasillos. Por otra parte, la cinta crea expectativa de un segundo enfrentamiento, en la mesa de póker, con Mr. USA.

Quizá el problema de la cinta es que promete mucho y el final se siente un poco tramposo. No nos regalan el estallido de violencia que estamos esperando y quizá esa es su virtud. Te obliga a reconocer que buscabas ese golpe de adrenalina. Tú y yo estamos contaminados por la violencia cultural. A cambio de eso te regalan una toma que me obligó a pensar en El expreso de medianoche (1978). No sé explicar la razón, pero me pareció una gran película. Quizá el mensaje es que no puedes ayudar a quien no quiere ser ayudado y que lo más importante es estar. (Ab.)

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