L'homme fidèle - Louis Garrel (2018)

Amante Fiel es una magnífica comedia verdaderamente francesa que está en cartelera. En los últimos meses llegaron a los cines mexicanos varias comedias hechas en Francia que pretendían imitar el humor gringo, por ejemplo Mon poussin (2017) y Monsieur Je-Sais-Tout (2018). Por ser imitaciones nunca lograban el efecto deseado y se quedaban cortas o se desinflaban. Los franceses no son americanos (aquí casual descubriendo el hilo negro), su humor, su modo de pensar y quizá toda su vida está bastante alejada de las ideas del Tío Sam. Los franceses tiene un modo peculiar de hacer cine y quizá por cuestiones económicas intentaron hacer las cosas de manera diferente. No sé si ya renunciaron a esos intentos, pero lo que sí sé, es que Amante Fiel es una película que vuelve a sus raíces y que recupera la tradición del cine francés.  

En las películas francesas, las personas involucradas en una relación sentimental dan por hecho que su pareja tendrá sexo con otra persona de vez en cuando y eso no es motivo de escándalo y divorcio, por el contrario,  se considera sano y es posible hablar abiertamente sobre el tema.

Otra característica notable del cine francés es que no se sienten atados al protagonista. Es decir, existe un personaje principal pero no es él quien siempre comienza la acción o quien sufre todo. Los otros personajes pueden ser incluso más interesantes, listos, bellos o importantes.

Otra característica, que cuando era joven me sacaba de quicio, es que las historias no tiene una conclusión que explique con pelos y señales todo lo que acabamos de ver. Por lo general, el cine francés ponía la mente por encima de lo corporal y, en consecuencia, tenía cierto grado de desapego e inteligencia que obligaba a finales abiertos en los que el espectador tenía pistas para deducir el resto, pero que muchas veces conservaban un secreto.

Evidentemente hay más detalles que caracterizan al cine francés, como su aura melancólica o su gusto por una fotografía casi decolorada, no es la idea hacer un ensayo al respecto. Basta decir, que este filme recupera la identidad que otros habían desechado.

La historia es, a grandes rasgos, un triangulo amoroso que se va renovando constantemente. El punto de partida es la ruptura de una relación a causa de un embarazo. El tercero en discordia, cuya presencia marca todo el filme, jamás aparece en pantalla. 

Todos los personajes, salvo el hombre protagonista, son manipuladores natos. ¿Quién es el verdadero arquitecto de esta extraña estructura? ¿Quién está en control de la situación y quién es una marioneta? Eso es lo verdaderamente importante de la historia. Que un hombre vaya y venga entre amantes no es importante. El personaje masculino es el juguete, lo importante es descubrir quién  está decidiendo su destino.

Los nombres de los personaje no están allí al azar. Abel es ese personaje bíblico asesinado por su hermano Caín, aquí no muere solo pierde a su mujer. Eve, Eva, es la primera o la segunda mujer, depende a quién leas, pero la causante de que los echaran del paraíso y que debería ser madre de Abel y no su mujer. Paul, Pablo, el que nunca aparece, es un pecador que traiciona a su amigo pero a la vez hace que los otros personajes se relacionen, digamos que participa en la fundación de la Iglesia. Laetitia Casta interpreta a Marianne, María y Ana, la madre, la virgen, la infiel, ella fue una Marianne (un símbolo de la República Francesa) y su único vínculo cierto es con su hijo Joseph, José, que debería ser su esposo o su yerno.

Hay un trasfondo en que se identifica a la patria con la religión con la figura materna y en el que Abel siempre queda mal parado y confundido. Me da gusto pensar que Louis Garrel, director, escritor y actor, se cumplió la fantasía de besarse con Laetitia y con la hija de Vanessa Paradis y Johnny Depp y nos regaló una película que vale la pena. Yo me reí mucho y disfruté de cada cosa que pasa en pantalla. Por cierto, el niño Joseph Engel se roba la película. (Ab.)

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