Anon - Andrew Niccol (2018)
En ocasiones, el destino decide que un actor tenga la suerte o privilegio de aparecer en dos reseñas seguidas. Este es el caso de Clive Owen que como ya dije en Valerian and the City of a Thousand Planets (2017) hace el mismo personaje de macho alfa salido de "El Libro Vaquero" desde que apareció en Closer (2004). Sin embargo, en Anon, ese personaje es justo el que se requiere. Un tipo tosco que no dice mucho, sufre por el recuerdo de su hijo muerto y el posterior divorcio, vive sólo y dedica todo su tiempo a trabajar como detective. La historia se ubica en una ciudad indeterminada, en un futuro no muy lejano, en el que todos podemos grabar lo vemos gracias a un implante y además recibimos información de objetos y personas al instante. El video que se graba puede ser recuperado, revisado y compartido con otros, por lo que en teoría, ya no hay espacio para la delincuencia. La realidad tiene sus mañas, así que el racismo, el clasismo, el crimen y la pereza siguen existiendo. Todo sistema puede ser intervenido, así que los recuerdos pueden ser borrados o modificados. Ojalá nunca lleguemos a tal tontería, pero si llegan espero estar muerto.
Una persona que permanece anónima (de allí el título) es capaz de entrar al implante y, en tiempo real, modificar la realidad que percibe cualquiera, al grado de hacerlo ver cosas que no están allí o evitar que mire lo que está delante de sus ojos. La persona que sabe hacer esto vende (caro tu amor, aventurera) sus servicios a particulares y al parecer también los mata, cuando algo no sale bien.
Clive Owen interpreta al policía Sal Frieland encargado de la investigación de los extraños asesinatos, que no puede evitar tener sexo con la delincuente y enamorarse. Por su parte, Amanda Seyfried, con el cabello negro, luce fea y casi irreconocible, mientras interpreta a la programadora que nuestro detective debe atrapar y cuyo nombre nunca es revelado.
Esta novelita negra medio floja, me impresionó un poco porque no puede evitar pensar qué pasaría si las cosas llegarán a ese grado de invasión de la intimidad. ¿Cuántos matrimonios exigirían ver los archivos del tiempo que no compartieron? La privacidad es una regla de cortesía mínima y sin ella sería necesario cambiar las reglas de convivencia. Quizá sería positivo no tener secretos. Ser quienes somos siempre y en todo momento. ¿Quién juega?
Pronto se revela que basta cerrar los ojos para no registrar algo, y por esa razón, hacer trampa sería bastante fácil. Los humanos nos acostumbramos a todo, menos a no comer. En México se venderían diablitos que pusieran un loop mientras haces otra cosa.
La película entretiene y lo hace de buena manera. El final decepciona por las motivaciones tan burdas, pero no te arruina el viaje. Supongo que el tema daba para más pero que no quisieron complicarlo.
Me llamó la atención que la cinta conserva los vicios de los humanos, supongo que lo hace para subrayar que sin importar cuánta tecnología se invente, la vida humana es igual de básica y no cambiaremos nunca. La evolución no vence a la biología, la inteligencia es relativa. No tenemos remedio. La película está en Netflix y es totalmente palomera. (Ab.)
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