The Fabelmans - Steven Spielberg (2022)


Esta cinta sobre la infancia y vocación cinematográfica de Steven Spielberg, a pesar de sus premios y sus nominaciones al Oscar, no es la mejor del director. Muy al estilo de la serie de Los Años Maravillosos (1988), vamos al pasado para observar  el día a día de la familia del personaje. Quizá por tratarse de asuntos tan personales, Spielberg es incapaz de separar y dejar fuera de la cinta, los detalles íntimos que a nadie interesan. Aunque en teoría, el hilo central del filme es su amor por el cine, la cinta abusa del chisme de telenovela pero sólo como condimento o distractor, ya que nunca toma en serio ese conflicto. Es evidente que Spielberg sabe contar una historia, sabe hacerla dulce o darle dramatismo, pero hay muchos detalles dignos
 del diván de un psiquiatra. La cinta arranca con la primera ocasión en que fue al cine, en 1952 en New Jersey, para ver The Greatest Show on Earth de Cecil B. DeMille. Ese filme lo motiva a recrear y filmar un choque de tren de juguete. La cinta salta a Arizona y hace evidente que la madre de Sam, Mitzi, se interesa más en el dizque tío Bennie que en su esposo Burt. El interés es reciproco. 

Aunque se hace evidente el apoyo de la madre para que el chico continúe filmando y editando, el apoyo también pasa por la visita y las palabras de aliento del hombre de circo y artista, el tío Boris. Incluso el tío Bennie le regala una cámara antes de que se mude a California. 

El apoyo del padre, Burt, es más sutil. Si bien pide a Sam hacer una cinta sobre un picnic para que Mitzi supere la muerte de su madre, Burt explica continuamente su trabajo y cómo funcionan las cosas a su alrededor. Además nunca se niega a dar dinero. Incluso las hermanas y los amigos apoyan los filmes de Sam, participan en ellos actuando y después acuden a las proyecciones.

La cinta se deja llevar por asuntos como la compra de un mono como mascota o los pleitos normales de cualquier escuela que no significan mucho para la relación entre Sam y el cine. Spielberg no escapa a la tentación de hacerse la víctima, subraya su condición de judío y las mentiras de su madre. Parece no reconocer que ha tenido una vida muy afortunada. 

El filme omite mencionar otras cintas importantes y prefiere dedicar largas tomas a sus proyectos escolares que parecen ensayos de Tiburón (1975) o de Salvar al Soldado Ryan (1988). El filme cierra con su encuentro con John Ford,  los afiches de sus cintas y su enseñanza de la teoría básica de la fotografía. Pero el todo en la frontera del autoelogio que en boca propia es vituperio. Nadie niega el éxito ni las aportaciones de Spielberg, el mundo entero sabe su nombre, no hacía falta esta película. (Ab.)

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